La libertad, la justicia, la igualdad y blablabla – Inés Díaz Varela. Abogada

La libertad, la justicia, la igualdad y blablabla – Inés Díaz Varela. Abogada

Hace apenas una semana asistíamos a las primeras palabras en público de S.A.R. la Princesa de Asturias. El texto elegido para tal insigne momento fue el artículo primero de la Constitución. Allí se acercó la muchacha al atril y con voz cantarina aunque solemne, pronunció aquello de que España se constituye en un Estado Social y democrático de Derecho que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

Pues fíjese usted cómo en menos de una semana el precepto se ha ido al garete, ya que esos supuestos valores superiores del ordenamiento se han quedado en esa caja medio rota que en todas las oficinas públicas hay, y que se rotula como “objetos perdidos”. Allí están, desde ayer, al lado de un paraguas, unas llaves y unas gafas de sol de hace 20 temporadas.

Ayer el Tribunal Supremo consiguió lo imposible, el más difícil todavía: cargarse el poco crédito que le quedaba a la Justicia de este país. El hito lo inició el presidente del órgano cuando frenó el desplome en Bolsa de las entidades bancarias tras la publicación de la sentencia de la Sección Segunda de la Sala de lo Contencioso Administrativo de 16 de octubre de 2018, declarando contrario a Derecho el artículo 68.2 del Reglamento de la Ley del Impuesto de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados: tranquilos señores, que esto no va a quedar así, vino a decir.

Y comenzó la especulación, que si nulidad, que si retroactividad, que si los últimos cuatro años, que blablablá. Y empezaron también los avisos a navegantes: que si los bancos no podrán seguir con tipos competitivos, que si un agujero en las arcas públicas, que si las administraciones autonómicas van a tener que devolver el dinero. Vamos, lo que vulgarmente se llama abonar el terreno.

Finalmente, la realidad siempre supera a la ficción, y el Tribunal Supremo resolvió, y la Bolsa volvió a florecer y todos felices y comemos perdices. Con qué cara los profesionales de lo jurídico les decimos hoy a los clientes que la solución a sus problemas nos la encarguen a nosotros? Con qué santos huevos le digo yo hoy a una persona cualquiera que confíe en la justicia, cuando yo tengo ganas de dedicarme a plantar lechugas?

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