¿Y ahora qué?

El pleno de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo ha dado este pasado miércoles otro varapalo a Bankia. Ha decretado la nulidad de las órdenes de suscripción de acciones de la entidad con ocasión de la oferta lanzada en 2011. Ha confirmado que hubo error en el consentimiento por parte de los inversores debido a las graves inexactitudes del folleto de la oferta pública. Vamos, que han engañado también a los adquirentes de títulos. Según los informes periciales las cuentas de Bankia describen una estafa masiva y otros posibles delitos. Las conclusiones de los peritos resultan demoledoras.
En 400 páginas describen la gestión ruinosa de Rodrigo Rato, especialmente en lo relativo al riesgo inmobiliario y crediticio. Queda claro, pues, que la propia entidad ocultó de forma deliberada esta situación en su salida a bolsa. Los accionistas fueron engañados a gran escala: se manipuló el precio de las acciones y se falsearon los estados financieros.
Otra chapuza más para Bankia. Otra medalla que se cuelga el Señor Rato. Señor, por definirlo de alguna manera. Era el midas de la economía, Fondo Monetario Internacional, Ministro de Hacienda y casi presidente del país. ¡Ahí es nada! De economía sabia, pero más de la propia que de la ajena.
Pero esto, de lo que se ha hablado toda la semana hasta la saciedad, no llega al meollo del asunto. Porque si, muy bien, cinco años después un alto tribunal nos dice que se ha estafado a los pequeños accionistas. Ah, también se ha estafado a otros clientes con la venta de preferentes, obligaciones subordinadas, swaps y demás productos financieros, ideados por estos “figuras” para tapar un agujero que en el año 2011 ya era muy grande. Se conocería el invento de las tarjetas Black, las indemnizaciones a los del Consejo, por cuestiones varias, todas falsas, siendo sus protagonistas, entre otros, Rato y Blesa, pues participaron más “pollos” de pluma similar, o incluso más fina.
Y nos preguntamos porque ha sucedido esto. ¿Porque no se realizaron los controles? Se falsearon cuentas, se falsearon datos. Se obviaron garantías y nadie cumplió con su misión.
¿No lo sabían o hicieron caso omiso? Todo apunta a esto último. Resulta “paranormal” que estas actividades no se hayan detectado. Vamos, que tiene que venir ahora el Tribunal Supremo, para abrirnos los ojos, para decirnos que todo ha sido una estafa.
¿Qué actos hay que imputar al Banco de España, CNMV, etc.? Todos seguían con su culo en el sillón de las esencias cobrando por un trabajo inexistente, mientras los españolitos de a pie se enfrentaban y resistían una crisis de la cual, estos gurús les responsabilizaban porque “habían vivido por encima de sus posibilidades”.
Y todo sigue igual. Nos manifestamos, decimos frases bonitas, y seguimos tirando del carro para llegar a fin de mes. Y estos chorizos. Los que ya sabíamos que lo eran, siguen subiendo y bajando de coches de alta gama, acompañados de letrados vestidos de Armani, con la prestancia de los poderosos. Dándose caché. Y también tenemos que aguantarlos, dejarles que se defiendan por eso de la presunción de inocencia, y más ahora que de ser imputados pasaron a ser investigados. Como si lo uno o lo otro cambiara su catadura moral.
Estos elementos que han movido la economía, dirigían el país y decidían cuestiones esenciales, ahora, ante el Juez, se autodefinen incompetentes.
Cuando el banquero Bernard Madoff fue detenido por el FBI admitió: “Todo era una gran mentira”. Aquí no lo reconocerá ni dios. Nunca admitirán la gran ficción financiera, no reconocerán su responsabilidad en el saqueo, es decir, en nuestra ruina actual. Aquí nadie dimite, nadie se va y ante la evidencia aun sacan pecho porque tienen más que decir.
Esta es la realidad española. El gallinero en el que nos revolvemos. Gallinas y gallos, que lo que hacen con el pico lo deshacen con las patas. No arreglamos nada. Una justicia lenta, llena de trabas con soluciones tardías y escasos recursos.
¿Y ahora qué?
Emma González es abogada

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